...A UN NIÑO DE LA CALLE
ANIMUS IOCANDI: Este artículo está escrito completamente en broma y por lo tanto, sólo un idiota lo tomaría en serio.
Fue una oportunidad de oro: la luz estaba en rojo y el niño de carita triste y tez sucia tocó suavemente el vidrio. Por lo general siempre me quedo viendo al frente con ambas manos al volante, el cuello estirado y mi peor cara de cañón, aplicando la ley del hielo... pero resulta que ese día, al encender el reproductor, mi mirada se deslizó hasta un viejo caramelo laxante en un poco apetecible envoltorio en el fondo del cenicero.
Desde su perspectiva, el niño habrá visto cómo la ventana oscura empezaba a bajar lentamente y una mano le traspasaba un caramelo junto con una moneda de un peso que servía de cebo... no vaya a ser que encima de estar pidiendo, le rechace comida a alguien que le quiere dar algo...
El niño miraba al interior de su mano apocada, sorteando rápidamente su recompensa, a la vez que trotaba a la acera que cortaba la avenida. La luz dio verde, yo me puse en marcha, hice el cruce necesario y, mientras me alejaba podía ver por el espejo retrovisor como desenvolvía el caramelo y se lo llevaba a la boca. En ese momento sonó este tema en mi cabeza:
De ese modo hice poesía, pues si bien los mando a cagar con actitud y maestría, hoy lo hice de nuevo, con una treta en forma de huevo. Eso no tuvo sentido en lo absoluto... pero igual estoy contento.
Mañana voy a ir a la farmacia para comprar por lo menos otros cincuenta caramelos laxantes. De hecho, voy a averiguar si hay una marca más fuerte, mucho más fuerte, y los voy a tener en la guantera, esperando a que vengan los niños de la calle. Algún día le pasaré una factura a la ciudad de Buenos Aires por hacer trabajo social a bordo mi toyota, mi batimóvil tercer mundista, ahora que se viene el calor y los niños de la calle proliferan, como otros artrópodos que se deslizan por el mundo...
|
5 de noviembre de 2009 |
|
| Deja tu comentario |