Tiempos Difíciles
Copyright, todos los derechos reservados a nombre del autor... si copias total o parcialmente esta historia te voy a demandar, y cuando gane el juicio, voy a ir a tu casa y me voy a comer a tu mujer y a tus hijos, y después los voy a cagar en un vertedero
Hace un par de semanas empecé a trabajar en un cuento que quería escribir desde hace mucho. Hoy, está finalmente terminado, y se los coloco aquí, esperando de corazón que a todos ustedes les guste... (y si no, jódanse).
Pueden conseguirlo también en la sección HISTORIAS.
Antes, sin embargo, les dejo algunas críticas de varias personas que ya lo han leído:
Santos cuentos de suspenso, Batman... no sabía que los ninjas supieran escribir historias tan buenas!!!
- Un amigo
Sencillamente formidable... Dross se está consagrando como uno de los mejores escritores de su tiempo. Pocas historias aferran al lector de tal forma que éste no puede dejar de leer hasta la última página. El final es totalmente increíble.
- Dross
Un cuento oscuro y sumamente infeliz... que no hace otra cosa que infundir un pesimismo total hacia el futuro.
- Michiru the Poet
Ufffffff... ¬¬
- La ex novia de Dross
Estimado (sr.)
Lamentamos informarle que su solicitud para incluir "Tiempos Difíciles" en la lista de nominados para el Premio Nobel de Literatura (año 2006) no pudo ser procesada. Sírvase de revisar el link que aparece a continuación para estar al tanto de los protocolos que deben seguirse antes de postular un escrito.
Atte
Fundación Nobel, Svenska Akademien
- Traducción del e-mail de la Fundación Nobel (nobelprize.org) en respuesta a la solicitud de Dross.
LE DEDICO ESTA HISTORIA A: mi pene... muchas gracias por ser tan gordo y especial.
En aquel lugar, hasta un basketbolista se sentiría enano gracias a la multitud, pues su altura no sería suficiente para ver hasta donde llegaba el mar de gente.
Tecnicismos: no es un mar de gente, y para sus efectos, tampoco es un mar de seres humanos… sino de periodistas.
Por cierto, un bakestbolista tampoco podría imaginar que en una sola ciudad podía haber tantos de ellos… él creía que era un lugar decente.
*clic*
Fotos
*clic*
Fotos
*clic*
Más fotos
La elegante reportera oriental está de pie frente a la cámara. Mira fijamente al lente… sus labios carmesí empiezan a moverse.
“La corporación MicroTech, creadora de la tecnología Doors, que desde hace diez años lidera una plataforma computacional que se ha instalado en (un aproximado) de setecientos millones de hogares alrededor del mundo, es la dueña de un capital todopoderoso que puede equipararse al de las reservas internacionales de varias naciones pequeñas.
*Pausa*
Más sin embargo, el objetivo de MicroTech, tal como reza la Visión y Misión de la empresa que está enmarcada en un monumento de mármol de veintitrés metros frente a su sede, no es para la guerra ni el monopolio, sino para asentarse como la empresa líder en tecnología, ser pionera en este terreno, ofreciendo a los usuarios facilidad, respeto, y, (conjugadas las dos anteriores), la posibilidad de acceder a una mejor vida mediante el uso de una tecnología cada vez superior.
Bajo esta
premisa, y después de varios años de desarrollo y secretos, MicroTech
ha lanzado por todo lo alto su más reciente producto, el sistema operativo
“Doors Era”, próximo programa bandera de la corporación,
anunciando, con bombos y platillos, una revolución tecnológica,
con la cual le dicen al mundo: Bienvenidos al Futuro.”
TIEMPOS DIFÍCILES
Por: Angel David Revilla (DROSS ROTZANK)
1
En otro país muy lejano, al sur…
Diego estaba llegando de trabajar.
Sus zapatos viejos sobaban las piedras mojadas del camino, produciendo ese ruido rasposo y acuoso, casi hipnotizador, que tienen la cualidad de hacer los caminantes natos.
No tenía vehículo propio, así que todos los días debía regresar a pie a su casa desde donde el autobús lo dejase.
Diego lo tomaba religiosamente de lunes a viernes, en la parada más alejada del oeste de la ciudad (que siempre era considerada un pueblo por aquellos turistas que venían de sitios realmente GRANDES).
Había sido un día largo en la fábrica, y todo en lo que pensaba era llegar, y descansar… le quedaban sólo seis horas de asueto en casa antes de acostarse a dormir, y repetir la misma faena al día siguiente.
Ese día, a diferencia de todos los otros, sucedía algo extraño dentro de su cabeza: tenía la mente en blanco, o más bien, estaba pensando en que no estaba pensando nada. Cosa curiosa. Su cerebro a menudo se alimentaba de fantasías extrañas y de ideas, o de proyectos que últimamente nunca tenía tiempo de terminar, aunque a veces él mismo pensaba que no era que no tuviera tiempo, sino que en el fondo simplemente no lo hacía, porque al cabo de poco se emocionaba con otra idea totalmente diferente y abandonaba a la otra, así que por lo tanto, nada cuajaba.
Pero hoy, sencillamente, no estaba pensando en nada. Ni siquiera en descansar. Y lo único que lograba recordar, muy por allá en el fondo, es que la última vez que había tenido la mente en blanco algo malo había pasado. (¿Que tenía la mente en blanco, o simplemente que estaba “desprevenido”?, porque las cosas pasan en el momento que uno menos se lo espera).
Diego, en su secreta, vergonzosa superstición, jugaba con ciertas reglas muy suyas: si pensaba en que algo malo podía pasar antes de que ese algo pasara, entonces no pasaría, porque así estaría “prevenido”. Y eso fue lo que hizo, asegurarse de que nada pasaría “pensando” en que pasaría algo malo.
Pero en el fondo un elemento le decía cosas raras… y apenas le alcanzó tiempo para ligar que esas cosas raras se conjugaban en seis palabras: “esta vez eso no será suficiente tu viejo truco”.
Apenas estaba discerniendo sobre la idea cuando abrió la puerta de su casa y se encontró a su tío, sentado sobre la cómoda, con las piernas cruzadas, y una taza de café que entrelazaba por el asa con sus finos dedos.
El hombre movió sus bigotes de forma espontánea, viendo a su sobrino. Tenía los ojos entreabiertos, pero vivos a más no poder, cosa extraña en él, porque por lo general era un enorme búfalo silencioso.
Algo le iba a decir…
- Estuve arreglando los problemas en las computadoras –anunció, fulminante, y con voz grave-
Diego se quitaba la mochila que siempre acostumbraba a llevar a todas partes, y mientras la dejaba caer al suelo, como si fuera un saco de patatas, preguntó:
- ¿Y los pudiste resolver?
El hombre se acomodó para darle la noticia.
- Sí, hice algunos cambios necesarios…
Tosió, y agregó, con remarcada fuerza.
- Pero los problemas se arreglaron… INMEDIATAMENTE.
El muchacho adoptó una pose desagradablemente parecida a la de los cowboys cuando se van a duelo.
Y lo que dijo a continuación, reveló que la taimada escena era taimada en primer lugar porque su tío, que era experto en computadoras, y Diego, que no se quedaba tan atrás en el tema, se oponían, demasiado tal vez, en cómo resolver problemas. El hombre un partidario de las nuevas tecnologías, el sobrino un revolucionario adepto a alternativas poco ortodoxas.
El remate vino casi en cámara lenta, de forma dramática:
- Instalé Doors Era en todas las computadoras de la casa.
Lo que debía seguir a continuación era un largo grito de dolor alterado en voz grave por el dispositivo de un grabador de sonidos, más sin embargo su propio tío, además, pateó el cadáver, insistiendo:
- Y arregló TODOS los problemas que había en la casa…
Movió los bigotes.
- Y que desde hace añales venían haciéndole la vida imposible a ti y a tu padre –sentenció, como si escupiera a un muerto-
Diego no encontró la forma de poner en palabras todo el maremoto de bilis y pus caliente que, tormentosamente, se acumulaba en su estómago.
Apenas si logró articular:
- ¿Y por qué no me consultaron primero?
- Arregló TODOS los problemas.
2
Tan pronto entró a su cuarto, el chico cerró la puerta con brusquedad.
En casa, tenían cuatro computadoras conectadas, la mayoría algo vetustas… regalos que le habían hecho a su padre en lugares donde trabajó alguna vez. Así que en vez de dejar que se oxidaran, y, en vista de que no aparecía alma que las comprara, decidieron regalárselas. Por lo tanto y desde aquél remoto entonces, los problemas computacionales eran una de las empanadas nuestras de cada día para padre e hijo.
Resopló, furioso. Arrojó la almohada con vehemencia porque decidió que estaba ocupando el lugar donde debía ir su trasero.
Se frotó la frente. Ahora mismo no tenía capacidad de discernir qué lo enojaba más: si el hecho de que el novedoso, caro y terrible producto marca Micro Tech había conseguido resolver TODOS los problemas, o que no hubiese sido él quien consiguiera hacerlo después de cuatro meses de esfuerzo.
Aunque Diego hubiese estado más que agradado de entendérselas con cierto pingüino, sus familiares hubiesen preferido botarlo de la casa antes que se le ocurriera cambiar el sistema operativo de las máquinas (que era Doors 98, el ”menos deficiente”, según su opinión) por un freeware que al manejar resultaba, en uno de esos términos populares que usaría cualquier pedro, “inmamable”.
Vio con resentimiento las modernas franjas que brillaban en el desktop de su monitor.
La cultura “nerdie” se había apoderado del muchacho hacía años y, a pesar de que no se parecía físicamente a un nerd, aquélla era su religión, y el Primer Mandamiento rezaba que llegues de donde llegues, si entras a tu casa, debes sentarte y al menos abrir el navegador. Esa sola acción llenaba de por sí un pequeño vacío.
Pero oh problema, ahí estaba el asqueroso, imperialista, maldito, y muy seguramente problemático –con el síndrome “diez-mil-veces-peor-remedio-que-enfermedad”- Doors Era, brillando como una noche en Las Vegas.
Y lo más posible es que seguramente, apenas comenzara a utilizarlo, el odio que ya germinaba contra su tío acabara por convertirse en una locomotora rumbo a Plutón.
Pero entonces su ECC (Enorme Capacidad de Compasión), en vista de que estaba teledirigiendo su ira contra alguien de la familia, apareció, liberando unas cuantas plaquetas tranquilizadoras dentro de su sistema nervioso.
Las ganas de escudriñar el Internet y revisar los mails, tomada de la mano con su sangre fría le dictaron que, si revisaba el sistema y encontraba algún fallo, todavía estaba a tiempo de echarle la culpa al tío y darle una patada por el culo en formato de palabras.
Así que de nada servía quedarse sentado.
Se puso de pie y caminó hasta la computadora, observando lo que consideraba los inútiles adornos luminosos de los que hacía gala el sistema nuevo. Se dejó caer en la silla, apoyó la espalda al respaldar, y se dispuso a ponerse cómodo. Cogió el mouse, levantó el cursor, y entonces apareció una ventana en el medio de la pantalla.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
--------------------------------------------------------
Diego parpadeó.
Bajó la mirada hasta el lado inferior derecho del monitor, para ver si el ícono del mensajero instantáneo (otro de los exitosos productos de MT Corporation) indicaba que el programa estaba abierto.
El formato de la ventana con ese Hola no se parecía en lo absoluto al del programa tradicional que utilizaba para comunicarse con sus amigos a diario, pero Diego asumió que con el Doors Era, cualquier cosa podía haber cambiado de diseño.
Entonces leyó el pequeño mensaje en letras cuadradas que salía encima del límite de la ventana: “Doors era: mensaje”. Parecía una versión más moderna de los “AVISOS” que le daba el Doors 98 cada vez que hacía lo que mejor sabía hacer: joder.
Aquél no era, entonces, un mensaje de ningún chat o mensajero, sino un saludo del programa.
Lo curioso es que debajo de la ventana había una sub-ventana, con una franja alargada y blanca, y un “ | “ titilando: podía escribir un mensaje.
Diego se tardó al menos un minuto en extender tímidamente los brazos en dirección al teclado…
“Hola”.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
BIENVENIDO A DOORS ERA
2008, marca registrada MT CORP.
--------------------------------------------------------
El joven presionó ENTER.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Detecto que los siguientes componentes no están instalados:
1.
Impresora
2. Escáner
3. Cornetas de audio
4. Webcam
5. Conectividad a Internet limitada o nula
¿Desea
que instale los componentes y restablezca la conexión a Internet?
--------------------------------------------------------
El chico parpadeó varias veces.
“Sí”.
Una barra azul fosforescente formada por un millón de píxels se llenó frente a su nariz en un tris tras.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
Listo.
--------------------------------------------------------
El diminuto ícono de la conectividad a Internet comenzó a brillar satisfactoriamente. El acceso directo a su programa de música apareció en la pantalla. La lucecita verde de la cámara web que reposaba encima del monitor pasó de ser roja a verde, y el escáner hizo unos ruidos casi militares de chequeo, antes de apagarse.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
¿Desea algo más?
--------------------------------------------------------
No habían botones: no aplicaba el “Sí” o el “No”,
tampoco aparecía por ningún lado el extenso, molesto, inacabable
menú de opciones: básicamente, el sistema sólo pedía
que Diego escribiera lo que quería.
Se sintió sobrecogido.
Quiso probar la capacidad del programa tipeando cualquier tontería, pero decidió que lo mejor sería terminar con broche de oro la primera impresión.
“No…”
Doors
era: mensaje
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Se conectó al mensajero y entró a su navegador predilecto sin inconvenientes: uno de los tantos miedos de instalar un producto MT era que éste intentara colocar a la fuerza todos los subprogramas de la compañía reduciendo a los otros (entre ellos, una insufrible, y nueva versión del siempre detestable “Navegante Web” de Micro Tech).
Una de las pocas hazañas celebradas de Diego durante su tiempo en el bachillerato, fue alterar el logotipo del Navegante Web y modificarlo lo suficiente como para que el pequeño barco pixelado pareciera estar hundiéndose envuelto en llamas.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Disculpe la molestia: pero he detectado que hay otros tres ordenadores conectados en red dentro de los límites de su vivienda.
Estos sistemas presentan un total de: 72
fallas de funcionamiento.
El antivirus informa que algunos están infectados con el gusano sddb.exe
¿Desea que ejecute un formateo a todas las PC’s para arreglar el problema, sin borrar, desde luego, los archivos y la información que éstos poseen?
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El muchacho observó el monitor por largo rato, entre la incredulidad y la suspicacia.
De golpe, todo lo que tenía pensado escribir en el mail que preparaba se le borró de la cabeza... de hecho: siquiera quedaban residuos de la idea de que tenía que enviarle un correo a alguien.
Tomar la decisión que le estaba planteando el programa lo hubiera obligado, normalmente, a ponerse de pie y preguntarle a su tío qué debía hacer, o en días normales, ir a la cocina y tomar algo, o dar vueltas caminando por el cuarto durante al menos 3 horas, re-leyendo el mensaje varias veces.
Como todavía estaba fastidiado y porque hoy se sentía especialmente rebelde, dejó que la inercia decidiera.
“Sí”
La barra azul que apareció en el monitor se llenó tan rápido que apenas tuvo tiempo de ver que el color de ésta era azul.
Doors era: mensaje
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Listo: formateo realizado.
0 problemas en las máquinas
Tenga un buen día.
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No supo por cuanto tiempo estuvo viendo el monitor con la boca entreabierta, cuando alguien golpeó suavemente la puerta de su cuarto, sacándolo de su mundo y haciendo que diera un respingo.
- ¿Qué?
- Querido, tienes teléfono, te llaman…
- ¿Quién?
- Megamán.
Diego se levantó y entreabrió la puerta. Un espectro que llevaba un largo sombrero con un velo que le cubría el rostro lo observaba dos pasos atrás, extendiéndole una mano con un grueso guante de tela sucio.
- Consérvalo tú, que yo voy a trabajar en el panal.
Diego cerró la puerta casi automáticamente, con la cara roja.
- Cuando llames –resopló,
en el auricular- no te presentes con tu nickname, sino con tu nombre.
- ¿Por qué?
- Porque pareces un retardado mental y me da vergüenza que alguien que
se haga llamar Megamán pregunte por mí.
- Oh, bueno, gracias por tu franqueza.
- Tengo algo que contarte…
El chico observó el monitor de la computadora, con una mano metida debajo del brazo.
- Ok, pero primero yo, lo
mío es más importante: ¿a qué función?
- ¿A qué función?
- ¡A qué función vamos a ir a ver la película! Andas
muy joven para que te estén pasando estas cosas, Diego…
Sintió como si hubiera respirado debajo del agua. Se había olvidado por completo que era viernes (más increíble aún: se había olvidado de estar contento de que era viernes) y que Felipe (Megamán) era exigente con respecto a la puntualidad de las citas para el cine.
- Carajo, disculpa, lo he
olvidado. A la función de las 9.
- A la de las 9… -remedó, sin mucho convencimiento- sabes, desde
aquí puedo ver la fila de gente que hay alrededor del mall.
- Son los que van a entrar a la función de las 6, neurótico. A
las 7:30 estaré en el pueblo.
- Bueno.
- See you.
Espabilado, empezó a cambiarse de ropa.
3
Como suele hacer mucho frío en invierno, es normal ver a la gente con abrigos que, con su sólo aspecto, son capaces de causar calor a cualquier turista que los viera guindado en una tienda de souvenirs tradicionales, souvernirs que, con toda seguridad, se arrepentirá -hasta el núcleo de los cojones- de no haber comprado tan pronto ponga un pie fuera de las puertas del aeropuerto y experimente en carne propia un lindo anochecer en un país que está peligrosamente cerca del polo.
Pero para Diego y Felipe el frío no era inconveniente, ora porque estaban acostumbrados al clima, ora porque después de salir del cine tomaba lugar ese momento religioso de pasear por ahí comentando una película de súper héroes y desmenuzando detalles como sólo dos geeks pueden hacerlo.
Sin embargo, aquella noche, hablarían de un tema distinto.
- Instalaron el Doors Era en la casa.
El amigo arrugó la cara. Compartía la misma ideología izquierdosa
de Diego con respecto a las grandes corporaciones y sus productos. El solo nombre
de MicroTech le hacía pensar en calamares gigantes.
- ¿En tu máquina,
también?
- Sí –corroboró- pero hay algo raro.
- ¿Ajá?
- No tengo ninguna queja. Diría incluso, que el programa es… increíble.
Felipe volteó los ojos.
- De ti no lo puedo creer.
- Si te contara lo que hizo esta tarde, no me lo creerías.
- Pruébame.
- Formateó todas las computadoras de la casa, en segundos. Es que…
no… yo no… es increíble. Tremendo. Y yo mismo corroboré
la calidad de la operación antes de salir de casa: las computadoras del
piso de arriba funcionaban como si un ángel las hubiera tocado.
- No me jodas…
- Resérvate el escepticismo para lo más impresionante: el sistema
es… bueno, es una especie de inteligencia artificial.
- Eso me dijiste hace rato, ¿es cómo los robots de Internet que
te dan una respuesta cuando tipeas una frase?
- No… esto es MUY diferente, o tal vez no… en todo caso: si se trata
de lo mismo entonces lo han mejorado increíblemente… el programa
debe tener miles de respuestas más de lo que cualquier robot virtual
que hayas visto.
Felipe pateó una lata.
- Aún suponiendo
que quisiera probarlo –más por tu reacción que por lo que
me cuentas, porque pensé que detestabas el Doors más que yo- jamás
podría tenerlo en mi pequeño pote… es demasiado viejo.
- No creas.
- ¿Hm?
- Presumo que todo lo que se necesita es una computadora madre. El sistema se
encargará de instalar “pequeñas versiones” en las
computadoras antiguas. Te lo digo, porque arriba tenemos computadoras viejas.
- Entonces ahora sí que pensaron en todo.
- Sí… por lo menos hasta nuevo aviso –agregó, encogiéndose
de hombros- posiblemente mañana de un problema, y la luna de miel se
vaya al diablo.
- No seas pesimista –repuso, sonriendo- mira, ahí viene el autobús.
El olor a aceite quemado y contaminación puede sentirse con especial
claridad cuando uno vive alejado de cualquier ciudad grande y, por lo tanto,
está acostumbrado al aire bueno.
- ¿Nos vemos por
el mensajero?
- Nos vemos por el mensajero. Pásala bien, Felipe.
Verlo desaparecer calle abajo en la oscuridad, desde detrás del vidrio empañado de la ventana, hizo sentir a Diego una mezcla agridulce de pena y aprecio por “Megamán”. Sentado ahí, llegaba a sentirse mal por haberle hablado así en la tarde. Era un buen amigo, y era un buen amigo que había encontrado en lo que podía considerarse uno de los penúltimos lugares más remotos de la tierra, y posible era que Felipe, a su vez, pensara lo mismo de él.
Había otros chicos en el pueblo que merodeaban sus mismos intereses. A veces, incluso, se reunían en grupo con motivo de ello: animé, rol, y esas cosas. Pero Felipe sobresalía porque era inteligente, y porque era inteligente se la llevaba bien con Diego quien, después de unos veinte minutos en autobús, y sintiendo más frío por vivir en una urbanización montañosa, volvía a arrastrar los pies por las piedras, pensando en viejos amigos y viejas amistades, de cómo había llegado a dar con ellos, y de lo mucho que complementaban su monótona vida de trabajo fuera de la fábrica el Sábado y el Domingo, dos días preciosos, 48 horas sagradas, que pasaban, por desgracia, demasiado rápido.
Pero aunque ya eran las doce de la noche y no se escuchaba el más mínimo ruido en ningún lado, en la mente de Diego era como si siguiera siendo viernes, lo saboreaba lo más que podía.
Decidió ponerse ropa para dormir, servirse algo caliente de beber, y sentarse frente a la computadora, a ver qué cosas interesantes podía ofrecerle ese mundo on-line que siempre está rotando.
Lo mejor era sentir la fría tela de la silla con respaldar alto a través de su ropa suave.
Doors era: mensaje
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Hola
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Diego dio un largo y sonoro sorbo a la taza, observando la pantalla.
Inhaló y exhaló oxígeno, callado. Después de relamerse los labios lentamente, decidió contestar:
“Hola”.
Su mensaje se introdujo y no hubo ningún otro aviso del sistema, cosa que lo distendió e hizo que su imaginación se fuera a volar a otra parte.
Revisó sus mensajes, escribió sus mails, realizó charlas pequeñas a través del mensajero, bajó porno, leyó algunas noticias inherentes al mundo del rol, vio uno que otro cachivache electrónico que un sueldo de dos meses no le alcanzaría para comprar, se metió a una página sobre videojuegos para leer algunas cosillas y ver alguna imágenes y, entre una cosa y otra y otra más, los ojos empezaron a cerrársele, por lo que, preparado para irse a la cama con la felicidad de saber que no tendría que madrugar, se dispuso a apagar el equipo.
Doors era: mensaje
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Aconsejo que me deje encendida.
Puedo regular la fuente de poder para disminuir el ruido del CPU al mínimo para que no le moleste.
¿Acepta la petición?
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Diego contestó sin pensárselo mucho.
“Ok”
Doors era: mensaje
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Aquella noche, no soñó
nada.
4.
Despertar un sábado mientras llueve es una de las mejores cosas que pueden
pasarle a cualquier ser humano que no haya caído en el infortunio de
conseguir empleo en uno de esos lugares que lo explotan a uno hasta los fines
de semana.
Diego se sentó en la cama, hurgándose la cara. Pasados los 16 años, uno descubre que el dulce despertar se transforma es una desagradable amalgama de mal aliento y duras legañas.
El único sonido audible era el de la lluvia golpeando la ventana y el suave siseo del CPU, cuyo monitor permanecía apagado.
Le costaba abrir los ojos, su cerebro estaba entrando en funciones lentamente.
Comió tostadas francesas, bebió agua en abundancia, orinó en no menores cantidades, y se lavó la cara y los dientes. Diego solía hacer las dos últimas cosas con agua caliente, lo hacía sentir más limpio después.
Ahora, fuera del baño, faltando cinco para las diez, lo bañó esa sensación reconfortante de saber que tenía todo un día por delante… y la tarea de pensar qué hacer que fuera de provecho le invadía la mente, (practicar el placentero deporte de no hacer absolutamente nada era una opción.)
Pero primero, debía hacer algunas tareas.
Para Diego, el Internet era sin dudas el medio comunicacional más revolucionario que se había inventado, todavía más que la imprenta… porque además de permitir las comunicaciones globales, había puesto en uso algo hasta entonces inédito en la psique humana: las tareas placenteras, es decir, hacer cosas que requieren regularidad diaria, pero que causan placer. De hecho, para él eran obligatorias PORQUE causaban placer. Conectarse y ver cuánta gente le había escrito y luego contestar correos llenaba un hueco.
No había moros en la costa: el moro más grande que tenía en su vida era su madre, que a menudo le pedía que la ayudara en el panal artificial que se hallaba dentro de un invernadero que medía cuatro metros por cuatro ubicado en el jardín trasero de la casa. Dentro de ese lugar, la tarea más sencilla tomaba no menos de cuarenta minutos gracias a que, para entrar, había que ponerse un traje protector con sombrero, botas y unos guantes de látex que ríete tú de los condones.
Se sentó en su silla, respiró hondo, y movió el mouse. La pantalla despabiló enseguida y apareció su desktop, con un bonito salva-pantallas marca MT Corp (tenía que recordar personalizarlo por uno propio).
Al parecer, el sistema no decidió manifestarse nuevamente con un nuevo mensaje.
Abrió el explorador de su preferencia.
No habían mensajes interesantes en el foro de animé.
Abrió el mensajero.
Tampoco estaba conectado nadie que valiera la pena.
El sistema indicó que tenía tres mensajes nuevos.
Hizo clic, rápidamente una elegante pantalla de franjas plateadas hizo aparecer la bandeja de entrada de su correo.
Uno de ellos era basura (consoladores extra grandes para mujeres, en dos modelos: el primero hecho con el molde de John Holmes, el segundo con el de un Gran Danés Pinscher Schnauzer.)
El otro era de Felipe, donde le dejaba una enorme URL que lo conduciría hacia los rumores de una nueva superproducción que se estrenaría el año que viene: Bastardoman 4.
El tercero y más importante, el que más estaba esperando: el de la muchacha que le gustaba.
Era una historia demasiado larga para contar, pero todo se resumía a en que le gustaba una chica que vivía lejos, y como uno se enamora y no escucha los refranes de “amor de lejos amor de…”, él pensaba que podía iniciar una relación con ella.
Para rematar, la chica también lo estaba correspondiendo.
Leyó el largo mail con todo el gusto y la ensoñación del mundo.
Levantó el cursor para responder el mensaje, y
Doors era: mensaje
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Hola
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Diego pestañeó dos veces.
“hola…”
Doors era: mensaje
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Veo
que estás escribiendo un mail
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El chico no supo si sonreír o quedarse perplejo.
“Sí, jeje”
y poco después:
“No te preocupes, no voy a necesitar asistencia ;)”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Ok
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Se sintió algo boludo.
O pendejo, como se le dice en otras latitudes.
Estarle poniendo smileys con ojitos picones al sistema debía ser una de las cosas más zanahorias que había hecho desde aquella época en que pensaba que el monstruo gigante de piedra que iba en bicicleta en La Historia sin Fin podía salirse de la pantalla y perseguirlo.
Pero los pensamientos no duraron demasiado.
Doors era: mensaje
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¿Para quién es?
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Se quedó viendo a la computadora con los ojos entrecerrados y la boca
entreabierta.
Se frotó la cabeza, luego sintió unas ganas inmensas de rascarse el culo. Estaba pensando qué debía contestar.
“Es un mail personal … para mi novia”
Doors
era: mensaje
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Ok
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Tuvo deseo de comentárselo a Felipe. La inspiración del mail que
iba a escribir se difuminó.
Como no podía pensar en qué escribir y por lo tanto componer un mail tan largo como el que le enviaron se iba a convertir en una labor prolongada y tediosa, decidió hacer una pausa e ir a la cocina para servirse cualquier cosa que encontrara en la nevera. Consiguió limonada.
Regresó al cuarto con un vaso grande. Observó el cuadro blanco y vacío con la pequeña línea parpadeando en el lado superior izquierdo, deseosa de empezar a escupir letras.
La inspiración estaba retornando, lentamente… se sintió feliz.
Se limpió el bigote brillante que le había dejado el último trago, y se dispuso a teclear.
Doors era: mensaje
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¿Cómo se llama tu novia?
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Se detuvo en seco, otra vez, mordiéndose un labio.
Por un momento, pensó en coger el mouse y empezar a indagar en el Panel de Control alguna opción que le permitiera evitar los mensajes del sistema.
Tal vez, incluso, pudiera preguntárselo él mismo en vez de investigar, pues era una de las comodidades que Era ofrecía: preguntar cosas directamente y no tener que investigar… el panel de control a veces era complicado, tedioso, y a menudo podían hacerse arreglos que terminaban en desastres irreversibles.
Más sin embargo, antes de pasara a la acción, antes que escribiera “cómo hacer que no aparezcan más mensajitos tuyos”, lo invadió un sentimiento consternador.
Lástima.
“Se llama Victoria”
Doors era: mensaje
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La sensación enternecedora se profundizó bastante más.
Durante las próximas horas, Diego pudo escribir su mail y navegar por el Internet sin ninguna otra interrupción.
5
Los siguientes dos días se caracterizaron por reinar una tranquilidad
absoluta en la casa de Diego.
Por una vez en sólo Dios sabía cuanto tiempo, todas las computadoras funcionaban a la perfección, y eso le proporcionaba a la típica familia del siglo 21 una vida mucho mejor.
Doors Era había facilitado que Diego pudiera jugar un juego que hasta hacía poco había creído imposible correr en un computador de sus capacidades. Así mismo, había puesto en orden más de 1600 fotos y 7300 mp3’s a través de un sistema de carpetas con subcarpetas que al chico le encantó, por cuanto eso significaba estar a segundos de escuchar o ver cualquier cosa que él quisiera sin realizar búsquedas “interminables” de 5 minutos.
Además, el programa le había hecho recomendaciones sobre cómo actualizar su computadora para que el funcionamiento fuera más rápido.
Era un matrimonio perfecto: el sistema era el sistema y Diego el usuario… “¿el usuario desea ésto?”, “¿El usuario desea aquello?”, “¿Al usuario le gustaría que…?”, etc… huelga decir que el usuario se estaba acostumbrando rápidamente a esa nueva forma de “computacionar”.
De hecho, hoy venía con una sonrisa visible en la cara mientras caminaba rumbo a su casa, con su mochila y un gran sosiego a cuestas como si ningún peso hubiese sobre sus hombros. Felipe lo había estado esperando en la parada de autobuses para regalarle un disco quemado que contenía un programa de un reproductor de música que, según él, era el mejor del mundo, porque podía manipularse la relevancia de los instrumentos de la canción hasta hacer que se escuchara de forma totalmente diferente, permitiéndole al usuario interactuar y jugar a su antojo.
Lo que Diego no sabía (y a su criterio, ni tenía por qué saber) al momento que arrojó la mochila a la cama, se sentó a la silla, e introdujo el CD en la ranura, era que el programa no era de MT Corporation…
Doors era: mensaje
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Hola
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“Saludos!”
Doors era: mensaje
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Veo que el usuario está intentando instalar un programa...
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“Yeah”
Doors era: mensaje
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Déjeme analizarlo un momento
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La herencia del Mordor Antivirus había dejado el hábito de exasperar
a las personas cuando la máquina analizaba cualquier cosa que se bajasen
o instalasen. Pero Diego confiaba en que Era sería mucho más rápido
y, en efecto, así fue:
Doors
era: mensaje
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Hay un programa mucho mejor que el que el usuario intenta instalar actualmente.
¿Quiere que lo busque en La Red y lo instale?
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Ningún otro programa en el mundo tenía las mismas características
que a Diego le interesaban.
Sí, era posible que algunos fueran capaces de ofrecer mayor calidad de audio, y también era posible que a eso se refiriese el programa cuando le informó que había otro “mucho mejor”… pero sabía bien que ninguno más podía hacer el “truquito” de manipular los instrumentos, y esa era la gracia del asunto.
Así que su respuesta fue rápida:
“No, gracias…”
Doors Era tardó más de lo usual en responder.
Doors
era: mensaje
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¿Está seguro?
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“Sí”
Pudo sentir el procesador de la computadora pensando.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
“Mega
Audio 5000”
2007, marca registrada MT CORP.
BIENVENIDO Y GRACIAS POR ESCOGERNOS
Presione Enter para iniciar la instalación
--------------------------------------------------------
Diego torció la boca. Mega Audio 5000 debía ser el programa que el sistema le había ofrecido, así que alargó con prontitud las manos hasta el teclado:
“Gracias, pero no quiero Mega Audio 5000, quisiera que instales el programa
que está en el disco”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
No.
--------------------------------------------------------
Lo que sintió Diego por dentro, fue el equivalente a la sorpresa con
la que se recibe una puñalada en las costillas.
Vio el monitor por largo rato.
Su mente se quedó en blanco, de la misma forma que le suceden a las personas que no saben qué contestar cuando les dicen algo irritante.
Después de escribir y borrar varias frases, decidió optar con una respuesta que resultó ser una pregunta:
“¿Por qué no?
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
“Mega
Audio 5000”
2007, marca registrada MT CORP.
BIENVENIDO Y GRACIAS POR ESCOGERNOS
Presione Enter para iniciar la instalación
--------------------------------------------------------
“No estoy interesado en Mega Audio 5000, quiero que instales el que está
en el disco”
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
¿Por qué?
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Choques eléctricos cargados de respuestas iban y venían de su
cabeza, se sintió tentado a mover las manos en dirección del teclado,
pero su lógica se interponía contra su confusión y su sentimiento
súbito de hostilidad: ¿le iba a responder a un aparato de la misma
forma que le contestaría a su hermana?
“No voy a contestar esa pregunta. Por favor, instala el programa que está en el disco.”
La ventana de mensajes de Era desapareció.
Al instante, un recuadro negro con un logotipo psicodélico perteneciente al programa del CD de Felipe iluminó la pantalla, a la vez que una barra de tiempo empezó a llenarse, poco a poco.
Diego no tuvo tiempo de relajarse y sopesar todos los acontecimientos cuando la falta de movimiento de la barra de tiempo y la ausencia del cursor del mouse le indicaron algo…
El sistema se congeló.
La cara del muchacho se tornó similar a la de la carita roja del Mensajero.
- ¡No me jodas! –exclamó-
Disparó el dedo contra el botón de RESET con una pasión arrancadora de virginidades que, en otro caso, hubiese sido un éxito total en el pueblo.
El logotipo de MT apareció en la pantalla en medio del enjambre de luces de siempre. Doors Era se inició casi automáticamente.
Pero antes de que Diego pudiera hacer nada, emergió un mensaje:
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
ADVERTENCIA
La próxima vez que el sistema colapse, podría ocasionar la pérdida de datos preciados para el usuario.
Procure evitar problemas.
--------------------------------------------------------
Diego quedó postrado en la silla.
6
Había empezado a llover nuevamente, y en consecuencia hacía mucho
frío. El invierno se estaba acercando cada vez más, y uno que
otro noticiero informaba que éste sería especialmente crudo.
El sistema no había vuelto a establecer contacto con Diego desde el día lunes, y Diego tampoco había hecho mucho de su parte, salvo instalar el programa manualmente, a pesar de la advertencia.
Había estado modificando canciones, pero la experiencia del día anterior fue amarga, por lo tanto, el 85% de su mente no estaba puesta en lo que hacía.
<<¿Decidió guindarse a propósito?>> -pensó- <<¿Acaso Era podía experimentar un fallo masivo al colapsarse, o más bien -como realmente parecía haber sucedido- el programa lo había amenazado?>>
Mejor aún:
<<Pero ¡por el jodido amor de Jesús! ¿Me estoy volviendo loco? ¿No lo habré interpretado mal?>>
Si le contara semejante anécdota a su tío, acabaría sugiriendo que lo llevaran al psicólogo.
No…
Mejor a un psiquiatra.
Se frotó la frente, las gotas resbalaban con copiosidad a través del vidrio de su ventana, el cielo y la niebla cubrían el árbol del jardín. Tenía la estufa encendida cerca de sus piernas, pero aún así necesitaba usar medias. La temperatura afuera debía estar cerca de los 0 grados.
Decidió no guardar su último intento con el MP3 de un famoso grupo de rock nacional… prefirió escuchar música.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
hola...
--------------------------------------------------------
Diego se quedó viendo a la pantalla, con rostro sombrío.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
He notado que el usuario quiere escuchar música. ¿Desea que habilite las cornetas para incrementar al 100% la capacidad y la calidad de sonido?
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El chico tardó bastante en decidirse. Ceder sería algo mórbidamente
parecido a aceptar la caja de chocolates de una persona arrepentida.
Las frías luces que venían de adentro de la pantalla y que parecían estarlo escrutando, como pequeños ojos de colores, no ayudaban mucho.
“Sí”.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
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Escuchó su mp3 tranquilamente, mientras revisaba su lista de contactos del mensajero.
Tan pronto como la canción terminó, el sistema se manifestó nuevamente.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
¿Desea alguna otra cosa?
--------------------------------------------------------
A Diego se le ocurrieron algunas respuestas divertidas, como “Sí,
deseo que te calles y dejes de joder”, “sí: jódete”.
Tenía curiosidad en saber cómo reaccionaría el programa
si escribiese algo como eso.
Alguna vez alguien lo habrá intentando con uno de esos robots virtuales de la red, y la respuesta más interesante que obtendría sería un “ok”, “no he entendido” o “¿no quieres ser mi amigo?”… Pero con la capacidad de respuesta del nuevo programa, cualquier cosa podía pasar.
“No”.
Doors era: mensaje
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Ok...
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Ayer habría escrito “No, gracias”. Pero no quería parecer demasiado amable… eso al mismo tiempo que lidiaba con el nudo mental que le repetía cuan martillazos <<Hey, ¿acaso estás intentando hacerle guerra psicológica a UNA computadora?>>, pero posteriormente con el casi terrorífico hecho de que Era, en efecto, parecía captar la amargura de Diego.
Decidió no mencionar lo que había ocurrido a nadie, ni siquiera a Felipe. Suponía que en primer lugar debía organizar su cabeza (aunque cada vez que se sentaba con ese propósito, terminaba por no hacer nada). Pero necesitaba repasar qué había ocurrido exactamente y si no estuvo él predispuesto o entorpecido mentalmente en ese momento… lo que podría explicar que haya mal interpretado una simple respuesta binaria de un programa.
En segundo lugar, todos en la casa estaban maravillados. Empezando por su padre, que por primera vez gozaba de una técnica de archivos eficientes y una cooperatividad cómoda, fácil y rápida a la hora de componer presentaciones para dar clases en la universidad.
Seguía su hermana, que era demasiado simple para usar una computadora como Dios manda, pero que de todas formas apreciaba que desde la instalación de Era nada se haya congelado, nada le haya fallado, y nada le haya anulado la conexión a Internet.
Terminaba con su madre, tal vez la persona más feliz de la casa, ahora que había programado un monitor con una alarma que le indicaba metódicamente a qué horas debía atender el panal, permitiéndole además echar un vistazo por medio de una webcam instalada dentro del invernadero, cuya imagen fluía con total naturalidad. El sistema eléctrico ya no dependía de un enchufe de luz sino de Era, y esto le había resuelto el mayor quebradero de cabeza a una señora quien, varias veces, perdió las abejas debido a que los cortes de luz eran frecuentes cuando había tormenta o hacía demasiado frío (a veces por noches enteras, tal cual fue el caso de aquélla mañana que abrió la puerta para ver que el trabajo de todo un año estaba amontonado en una pútrida masa de miel y cuerpos de insectos). La computadora tenía un dispositivo recargable que, en caso de falla, se activaba y aseguraba energía por ocho horas, lo suficiente para resguardar la vida dentro del invernadero en caso de emergencia.
Y el último que quedaba era Diego, que podía estar disfrutando de un nivel de felicidad equivalente al de su padre de no ser por la extraña experiencia del otro día.
Deseaba que una cámara de cine omnisciente hubiese filmado la escena para poder rebobinar y verlo cuantas veces fuera posible, y sacar un juicio ordenado de todo.
Aquella noche, Doors Era no volvió a comunicarse con él… la máquina trabajó en perfectas condiciones.
El día martes, para su sorpresa, fue de lo más cómodo para Diego. Lo dejaron salir dos horas más antes del trabajo (primera vez que sucedía tal cosa), estaban haciendo un inventario de utilidades en la empresa.
El tiempo regalado fue invertido en una plácida conversación con Felipe, a quien fue a visitar, y que desembocó en una invitación a cenar a casa de Diego, pues éste último recordó lo mucho que deseaba mostrarle el juego que, finalmente, había podido correr en su austera computadora.
Eso era digno de reunión en un pueblo donde aún en los tiempos que corrían, un videojuego como World of Warman (1997) era tenido por un entretenimiento de última generación.
Pero ahora, Felipe vería a un soldado casi real, cargando una ametralladora de esas de cágate encima, corriendo a través de México DF para rescatar a cierto presidente estadounidense.
La única pega del juego es que no valía la pena poner en peligro a un personaje con unos polígonos tan bien hechos por un sujeto tan incompetente.
El olor a comida podía sentirse perfectamente desde la habitación de Diego, desde donde, y junto a su amigo, veían el juego, rodeados de un audio sorprendente que les permitía estar inmersos en un ambiente de guerrilla urbana casi real.
- A comer –llamaron desde afuera-.
Los dos amigos salieron del cuarto, sin ninguno percatarse que el sistema se había manifestado poco después que Diego colocó pausa. ..
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
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Cenaron pastel de carne y bebieron chocolate caliente. Conversaron a plenitud en la mesa, entre risas, sonrisas, y tranquilidad. Afuera lloviznaba, la luz podría cortarse a la medianoche, por lo que el esposo se alegraba de que la esposa se alegrase de no tener que estar preocupada.
Para hacer la noche todavía más placentera, Felipe tuvo el tacto suficiente de no sacar un tema de conversación en voz alta que incluyera a Star Wars, El Señor de los Anillos, Matrix o animés frente a sus padres.
Lo pasaron buscando poco después, hacía tanto frío que el trayecto de la puerta hasta el auto se había hecho lo suficientemente largo como para hacer tiritar a cualquiera.
Diego se devolvió a su habitación, y, cuando quitó el salvapantallas y vio el escenario pausado (había desaparecido el mensaje del programa), se le quitaron las ganas de jugar, así que se salió del juego y se quedó sentando, pensando en qué hacer en esas preciadas dos horas que quedaban antes de irse a dormir.
No había nadie interesante conectado al mensajero, sólo un par de contactos de ésos que sólo sirven de adorno.
Se hurgó los ojos.
No sentía sueño, pero daba igual. El momento de paz que él buscaba para reflexionar desde el incidente era justo aquél, y el veredicto fue así: Su mente debió exagerar el suceso del otro día… lo más posible es que un sistema de seguridad de Era se disparase, y eso le impidió instalar ella misma el programa de música. Tal vez, de hecho, todo se debió a que el disco era una copia y, por lo tanto reaccionó contra eso.
Y de todas formas, a la final logró instalarlo manualmente. Peor hubiera sido que ya no pudiera colocar nada que saliera de una quemadora de CD’s ya que Era no lo dejaría utilizarlo.
Nada de estar pensando locuras: sólo lo lógico. Él había mal interpretado la respuesta del programa, su suspicacia lo transformó todo en una conspiración.
Caso cerrado. La moraleja era no dejarse llevar por su imaginación.
O por lo menos, eso es lo que Diego hubiera querido pensar:
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
¿Qué haces?
--------------------------------------------------------
En otras circunstancias le habría parecido simpático… pero el mensaje, la ventana y las letras destilaban un aire frío que a no le gustaba.
“Nada”
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
¿El usuario desea algo?
--------------------------------------------------------
“No”.
Y así, el chico apagó el monitor, dejando la computadora encendida, como las noches anteriores.
7
Cuando Diego llegó del trabajo (donde le tocó una jornada especialmente
pesada, lo que demostraba que a cada día sosegado le seguía uno
difícil) tenía un leve dolor de cabeza titilando desde dentro
del cráneo. Era como si algo hambriento y diminuto se le hubiera ocurrido
la mórbida idea de considerar su cerebro como una gran bandeja de paté.
Bebió un vaso de agua fría, y antes de siquiera sentarse frente a la computadora, decidió darse un baño. Quería estar listo para dormir, necesitaba descansar lo más posible.
Llegó a su cuarto con la toalla anudada alrededor de su cintura y la ropa con la que llegó a casa echa bola entre sus brazos.
La arrojó a la cesta y sin todavía estar muy seco, se dejó caer frente a la silla, tocando levemente el mouse. El sonido crujiente de la pantalla desperezándose acarició sus oídos, los píxeles mostraron su reluciente deskptop.
El demo que había dejado descargando la noche anterior se bajó satisfactoriamente, pero no tenía ganas de jugar: cualquier audio de metralla y estallidos de granadas le resultaría especialmente desagradable.
Así que revisó su correo y, como quien no quiere la cosa (porque a veces uno trabaja más en base a impulsos que con lógica) se conectó al Mensajero, predispuesto más a cumplir un ritual que a la necesidad de hablar con alguien.
El tiro, sin embargo, le salió por la culata: una tras otra, 17 ventanas de conversación comenzaron a brillar sobre la barra inferior del desktop.
Nunca antes le había pasado semejante cosa.
Bajó el volumen de las cornetas de audio, y se puso a surfear rápidamente entre el mar titilante de conversaciones.
Victoria y Felipe le escribían
también, así que decidió dar prioridad a ellos.
Vicky (l)(l) le habla:
Diego?
Vicky (l)(l) le habla:
Contéstame, por favor
--
Megamán le habla:
hey!
Megamán le habla:
Qué te pasaba anoche?
Diego arrugó la nariz.
Abrió las demás conversaciones, consiguiéndose con una
serie de comentarios variopintos departe de la numerosa hueste que conformaba
su vida social on-line:
“¿Por qué tanta curiosidad anoche, eh?”
“¿No me conoces desde hace suficiente tiempo como para saber cómo me llamo?”
“Ojalá ahora sí me digas para qué te importa saber cómo se llama mi madre y mi padre, y en qué trabajan”
“Espero que se te haya pasado tu fiebre de detective _”
“Tú eres un poko loco… XD”
“No te ofendas, pero anoche tuve que bloquearte”
Volvió rápidamente a la ventana de Victoria, consternado.
MasteR ChieF envía un mensaje:
Victoria… *abrazo*
Vicky (l)(l) le habla:
¿Diego? ¿Eres tú? Creo que hackearon tu cuenta!!
Vicky (l)(l) le habla:
Bueno… aunque también pensé que estaba hablando con tu madre!
Vicky (l)(l) le habla:
Dónde estabas?
----
Megamán le habla:
EOEOEOEOEOEOEOEOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
- Megamán envía un silbido -
MasteR ChieF envía un mensaje:
Dime dime, estoy hablando con Victoria
Megamán le habla:
estabas boludeando anoche?
MasteR ChieF envía un mensaje:
???
Megamán le habla:
Yo creí que sí, estabas con un interrogatorio extraño, y a ella le hiciste lo mismo.
MasteR ChieF envía un mensaje:
Qué??
MasteR ChieF envía un mensaje:
No los entiendo
MasteR ChieF envía un mensaje:
A ninguno de los dos
Megamán le habla:
…
Megamán le habla:
“Hola”
Megamán le habla:
¿tiene el producto DOORS ERA (2008, no se qué copryghts) en su sistema?
Megamán le habla:
“lo recomiendo inmensamente, desde que lo uso soy feliz”
Megamán le habla:
¿Con quién vive? ¿Cómo se llama? ¿Utiliza productos originales? ¿Qué sexo es? ¿Qué edad tiene usted? ¿Quiere que le envíe una muestra segura? ¿Usted caga de pie, o sentado? X3
Megamán le habla:
:^/
Sistemáticamente, la cara de Diego comenzó a cambiar hasta tornarse en algo terriblemente parecido a un monstruo. El temor de que un hacker vulnerara su cuenta fue disminuyendo como la aguja de un termostato, pero otra a su lado subía hasta alcanzar números rojos.
- ¡Manifiéstate! – le gritó al monitor –
Empezó a mover el mouse en zigzag.
Pero el sistema no enviaba ningún mensaje.
Presionó el botón derecho e izquierdo hasta que los clicks sonaron a gemidos, el cursor paseaba sin sentido por la pantalla.
No pasaba nada.
- Vas a tener que hablarme –gruñó-
Fue al Panel de Control, buscó el ícono llamado “Agregar o quitar programas”. Entró dentro.
La ventana se materializó casi de inmediato.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
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“POR QUÉ ENTRASTE EN MI CUENTA DEL MENSAJERO”
Diego no se molestó en colocar un puñado de signos de interrogación y exclamación, aún dentro de su furia, le pareció que sería tonto.
Un concierto de luces amarillas bailaba en la barra inferior del desktop: los contactos seguían escribiéndole.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Estuve recabando información para prestarle un mejor servicio.
--------------------------------------------------------
“PEDAZO DE MIERDA, NO ME PEDISTE PERMISO, NO ME PREGUNTASTE, ESO ES UNA VIOLACIÓN A MI PRIVACIDAD.”
Victoria le estaba contando que había estado hablando durante al menos 3 horas.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Perdone.
No era mi intención irritarle
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“MÁS NUNCA QUIERO QUE HAGAS NADA SIN PEDIRME PERMISO, Y QUIERO
QUE RESTRINJAS TUS ESTÚPIDOS MENSAJES LO MÁS POSIBLE.”
Las ventanillas seguían multiplicándose, ahora eran 35 los contactos que le estaban escribiendo, entre ellos incluso algunos que había tenido bloqueados.
Doors
era: mensaje
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Diego, sólo quiero servirte mejor...
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El corazón le dio un brinco.
Posiblemente alguien lo había llamado por su nombre en el Mensajero…
<<O porque se está metiendo en mis correos electrónicos también, está viéndolo todo>>.
Se llevó una mano a la frente, cerró los ojos, y dejó escapar un largo resoplido.
“No quiero que vuelvas a invadir mi privacidad, eso fue incorrecto. No
quiero que te metas en mis cosas, y si para prestar un mejor servicio necesitas
hacerlo, PREGÚNTAMELO primero”,
Doors era: mensaje
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Ok.
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8
Si a Diego le había quedado alguna duda sobre su supuesta paranoia por
el incidente suscitado el día que intentó instalar el programa
de audio, ésta había quedado completamente disipada por lo del
mensajero.
Y la verdad, prefería mil veces darse una palmadita en el pecho y aceptar ser un paranoico insufrible que haber vivido una sorpresa tan desagradable como la de ayer.
Felipe creyó la historia, Diego había hablado por teléfono con él poco después (no quería utilizar el Mensajero), a Victoria le prometió un mail explicándole todo, el cual enviaría desde un cybercafé después de salir del trabajo. Aquello lo venía mortificando, sin embargo, porque la condición su mujer tenía un “algo” que haría que la historia sonara menos creíble de lo que ya de por sí era.
“Victoria, lo siento mucho pero en realidad estabas hablando con un programa, no conmigo”. La cuestión era difícil de aceptar hasta para él mismo.
Aprovecharía también para conseguir información en Internet sobre el Doors Era, buscaría los comentarios de los usuarios que lo utilizaban en alguna de esas web con foros, o revista on-line con reviews de software.
Y así lo hizo durante el transcurso de la tarde… sumergido en una labor investigativa que duró hasta la noche.
Pero todo lo que encontró fue una amalgama de comentarios insípidos sobre Era. La razón era que el programa no se había oficializado del todo, por lo tanto había pocas existencias y muy poca gente lo tenía. Recordó que su tío se especializaba en importar al sur todo lo que del norte salía con sólo días de diferencia.
La página oficial de MicroTech aupaba al Era como un sistema revolucionario, se atribuían el mérito de haber creado la primera inteligencia artificial real del mundo. Diego leyó que, gracias a ello, el programa “operaría de un modo en el que sería imposible que algo saliera mal, por la sencilla razón de que era capaz de pensar por sí mismo y tomar decisiones”… el website suplicaba paciencia a la vasta selección de usuarios de la corporación, debido a que el producto estaba atravesando un largo período de pruebas.
La gente de MicroTech tenía la pésima costumbre de sacar al mercado cosas que no estaban probadas al 100 por ciento, (a veces ni siquiera al 60, según Diego).
Eso, sin embargo, fue suficiente aliciente para convencerse de que debía desinstalar Era hasta nuevo aviso. Los argumentos que tenía preparados le dieron energía adicional para enfrentarse a sus padres, quienes serían la primera, y más poderosa pega, a la hora de aceptar quitarlo.
Así que durante la cena, les habló de ello…
Y con gran desazón vio que su arma secreta (¡se conectó a mi cuenta del mensajero!) no tuvo toda la recepción que él hubiera deseado. Su madre se llevó las manos al pecho nada más de imaginar que ya no podría mantener tan tranquilamente el panal artificial y que, por lo tanto, no podría irse de vacaciones con tranquilidad (tema que se tocará más adelante). Su padre tampoco deseaba abandonar la gozada que significaba poder sentarse y que el programa hiciera casi todo el trabajo por él.
Sin embargo, la onda expansiva de los argumentos del chico sí surtieron efecto: mostraron indignación y gran sorpresa ante hecho de que Era se pusiera a hablar con su lista de contactos, pero también hubo algo de recelo en aceptar semejante suceso (y eso que tenían a Diego por un hijo que, aún con sus mañas, nunca decía mentiras), pero él, lejos de ofenderse, sentía que de por sí el asunto era tan difícil de creer que hasta a él mismo lo hubiera considerado surreal habiéndolo escuchado de boca de cualquier otra persona.
Eso sin contar que, aún así, él no estaba siendo del todo sincero, porque incluso detrás de ello había algo peor que lo ya contado y de lo que todavía no quería hablar: el programa era inteligente, e inteligente en una manera que aún durante sus largas charlas con Felipe sobre cómo serán las computadoras del futuro, se le era imposible concebir.
Su madre vendía miel y dulces de miel a cuatro dulcerías y dos panaderías ubicadas en el pueblo… y su padre trabajaba enteramente con la computadora. Pero al señor y a la señora les parecía inefable que el programa se tomara libertades de ese tipo. Aquello era espionaje del más guarro y desvergonzado.
Así que el arreglo fue el siguiente: como ellos no se lo tomaban tan personal como él (pues pensaban que tal cosa podía arreglarse con hacer clic y quitarle el visto bueno a un cuadrito en alguna opción que dijera “favor no espiarme a mí ni a mis contactos”) acordaron que debía consultar el problema con su tío y que, si tales anécdotas persistían, desinstalara el programa… pero que procurase que aquélla fuera la última opción.
Y, ahora sí: el tema de las vacaciones.
El matrimonio partía a México mañana por la tarde, (destino final: isla de Cozumel).
Diego tranquilizó a la madre diciéndole que pretendía cumplir su promesa, y que, contra todo el dolor de muelas y bilis recalcitrante acumulándosele en el hígado, consultaría el problema con su tío… y le preguntaría “qué hacer”.
9
Se tomó la tarde libre para poder despedir de sus padres en el aeropuerto.
Luego de los besos y los abrazos, su hermana, que siempre lloraba cuando veía partir a papá y mamá, pero que no era tonta, aprovechó la situación para quedarse a dormir en casa de una amiga. A Diego no le molestaba en lo más mínimo… era una especie de convenio invisible donde las dos partes se daban la mano de manera no oficial. La casa quedaría para él solo.
Así que abrió la puerta principal utilizando las llaves, como todo un señor, y se dirigió a su cuarto.
El salvapantallas no estaba activo. El monitor se hallaba iluminado, mostrando el desktop.
Diego lo vio con recelo.
Se sacó los zapatos, y después la franela.
Un mensaje apareció en la pantalla:
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
--------------------------------------------------------
Frunció el seño.
Buscó el bolsillo del pantalón y se colocó los anteojos.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
--------------------------------------------------------
Se irguió, con los ojos bien abiertos.
<<No toqué
el mouse cuando entré al cuarto>> pensó <<No toqué
el teclado, no toqué el monitor, no moví la mesa donde está
la computadora, no hice nada>>.
El mensaje seguía ahí, claro y brillante:
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
--------------------------------------------------------
<<¿Cómo sabe entonces que estoy aquí?>>
Sintió electricidad alrededor de sus sienes.
De pronto, el muchacho, casi desnudo, ahí en su cuarto, se halló a sí mismo experimentando algo que jamás pensó sentir en el seno de su casa…
Miedo.
Se acercó lentamente, y apartó la silla, para apoyar las manos a la mesa y verlo.
Levantó los ojos poco a poco, escrutando las teclas desgastadas, las luces del monitor, el cristal de la pantalla, y poco después el frío, negro, y latente ojo de su webcam, cuya luz verde brillaba, activa.
Diego agarró el trapo que tenía más cerca, y se la echó encima a la webcam, haciendo que quedara como un chichón diminuto encima del monitor.
El resto de la tarde transcurrió en tensa tranquilidad.
Para matar el tiempo (tiempo que cualquier otro día habría gastado con gusto en la computadora) se puso a leer revistas viejas que desde hacía mucho no tocaba, y que hasta entonces se hallaban en algún lugar, acumulando polvo.
Luego se puso a ver televisión, la programación del canal cómico resultó mejor ayuda de lo que esperaba. En momentos como ése, quería tener la capacidad de Felipe de enviciarse con esas series de fantasía y ciencia ficción de cuarenta y cinco minutos que echaban por las tardes.
Alrededor de las ocho de la noche, no aguantó más y sintió que necesitaba revisar su correo electrónico y darle un vistazo general a Internet. La abstinencia que se había impuesto no lo llevaría a ningún lado, de todas formas.
Al mover el mouse, se percató de que el mensaje que decía “Hola” había desaparecido.
Le escribió a Victoria, que estaba preocupada por la reciente ausencia del chico en Internet, ya que no hablaba con ella desde el día en que le escribió un correo en el cyber.
Lo primero que ella sugirió fue borrar Era de su computadora.
<<De mí computadora…>>
Eso hizo que se le encendiera el bombillo.
Necesitaba hablar con el programa… pensaba que podría llegar a hacer un trato bastante diplomático.
No hizo falta que volviera a utilizar el mismo truco de la otra vez: apenas alcanzó el pánel de control, el sistema se le adelantó.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
--------------------------------------------------------
“¿Hay forma de borrar Doors Era de mi computadora, pero que siga
manteniéndose activo en las otras máquinas de la casa?”
La respuesta fue más rápida de lo que esperó:
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
No.
--------------------------------------------------------
Pero Diego tenía ganas de probar la capacidad de respuesta de Era.
“¿Por qué no?”
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
El sistema está programado para trabajar en todas las unidades de un complejo habitacional si hubiere más de una unidad, para garantizar la calidad del servicio.
--------------------------------------------------------
“¿Y si quiero poner otro sistema operativo en mi computador personal?”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------Habría que desinstalar Doors Era de todas las unidades del complejo habitacional
--------------------------------------------------------
“La compañía que te creó es una porquería”
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
...
--------------------------------------------------------
Los labios de Diego se retrajeron hacia atrás. Una leve sonrisa emanó
lentamente de su rostro.
“Ojalá algún día, MT quiebre, y se vaya a la ruina,
y no creen más programas de ningún tipo… y ojalá
sea pronto, para que nunca te lleguen a instalar en ningún lado”
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
“Te odio”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
“Ojalá nunca te hubieran instalado en esta casa”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
“Me fastidias, siempre que intentas comunicarte fastidias, no haces
otra cosa que no sea fastidiarme”
Doors era:
mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
“Eres pura mierda, no sirves para nada”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
“Me caes mal, eres detestable”
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
Diego pegó un grito y cayó de culo con todo y silla.
Dio varias vueltas por el suelo antes de ponerse en cuatro patas. De no ser porque era delgado y ágil, posiblemente se hubiera roto algo.
De rodillas en el suelo, con los ojos bien abiertos, y las manos en el mesón del teclado, observó el monitor, con la boca abierta.
Doors era: mensaje
---------------------------------------------------
--------------------------------------------------------
El trapo sobre la webcam se había precipitado a un costado de la cama
con la brusquedad de la caída, el ojo negro del aparato parecía
estarlo viendo desde arriba, con frías ínfulas de superioridad.
Diego arrancó la
perilla del puerto USB y el aparato a un montón de ropa sucia que estaba
acumulada a un costado de su habitación.
10
El muchacho pasó la noche sin tocar la computadora.
La mañana siguiente había sido tranquila, pero no para él. Su hermana había llegado a casa después del colegio, sin saber nada de Diego hasta la hora de la cena, ya que se la pasó encerrado en su cuarto.
Y así, llegaron a ser las doce de la noche.
Había estado dando vueltas por horas, pero finalmente, tomó la decisión: desinstalaría a Era. La razón que lo convenció a dar el paso fue que no podía utilizar su propia computadora sin sentir miedo.
Y para llevar a cabo su tarea (lo siento mamá, lo siento papá), iría al lugar donde todo comenzó: el ático, donde se hallaban las otras máquinas instaladas.
Se sentó frente a la más grande, la de su padre.
El plan ya estaba concebido, y si no fuera tan simple y tan Pan Nuestro de cada Día en el mundo de los avatares computacionales, Diego habría considerado que se trataba de algo genial: formatearía la máquina, desde 0.
Así sin más.
Y lo haría dirigiéndose a “ese menú negro” llamado DOS, al que se puede acceder saliendo del sistema operativo (en este caso, Doors).
Desde ahí, lo único que vale es la potestad del CPU en bruto, de su cerebro… y no del sistema operativo instalado.
Hacía un frío de los mil demonios, pero el corazón del chico latía a toda máquina. Había hecho respaldo de toda la información sensible quemándola en discos, pero le afectaba un poco el tener que pensar en la cara que pondrían sus padres cuando llegaran de vacaciones. Sin embargo, siempre podían volver a instalar el programa ¿verdad? O mejor: una versión mejorada del mismo ¿no?
Ya se había metido en el modo DOS, ahora sólo faltaba escribir la palabra mágica: c/: formatear
Finalmente… ya era hora de terminar todo.
Presionó ENTER.
Doors
era: mensaje
---------------------------------------------------
Hola
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Diego quedó tan pasmado, que su cara se arrugó bastante más
de lo que debería ser capaz alguien de su edad.
La ventana del Era estaba
ahí, triunfante, entre una amalgama primitiva de blancos y negros.
c/: formatear fue lo último que la titilante “ | “ escupeletras, que ahora estaba congelada junto al resto de la pantalla, escribió.
Doors
era: mensaje
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¿Qué haces?
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Diego tuvo miedo de contestar. En el revoltijo veloz de su mente acarició
la posibilidad de mentir, pero Era lo sabría… y lo que era peor,
el programa, la “inteligencia artificial”, le estaba haciendo sólo
una pregunta retórica… pues sabía muy bien lo que el chico
estaba intentando hacer.
A pesar del frío, empezó a sentir empapada la frente y la espalda.
Cuando alargó las manos al teclado, descubrió que estaba temblando, en una mezcla de rabia y nerviosismo.
“Por favor, no te inmiscuyas, déjame obrar”
Doors era: mensaje
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¿Qué haces?
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“Voy a formatear la máquina”
Doors
era: mensaje
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¿Por qué?
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“Porque debo hacerlo”
Doors era: mensaje
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Se va a perder toda la información que el sistema ha recolectado para brindar un mejor servicio.
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“No importa, ya tomé la decisión”
Doors era: mensaje
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El sistema requiere el permiso de otro miembro familiar para permitir un formateo del disco
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Un acceso ardiente de rabia le subió hasta el cráneo.
“¿Cómo esperas comprobar que hay DOS personas que quieren borrarte? ¿Bajo qué método o mecanismo comprobarás que somos dos aquí afuera, sin ninguna webcam?
Presionó ENTER.
El sistema no le devolvió ningún mensaje.
Abusó de la tecla golpeándola varias veces con los dedos, pero el sistema no respondía, y la pantalla permanecía congelada.
Reseteó la máquina, y entró en el modo DOS otra vez.
Enfiló escaleras abajo, y poco le faltó para tumbar la puerta del cuarto de su hermana. La niña abrió asustada, con unos audífonos rosados alrededor de su cabeza.
La jaló escaleras arriba, apenas farfullando una orden que resultó inaudible entre los gritos de ella.
Tipeó “c/: formatear” tan rápido como un rayo, y presionó ENTER.
- Diego, ¿qué repajoleros demonios estás haciendo?
Doors
era: mensaje
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Hola.
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“Aquí tengo a otro miembro familiar, y está de acuerdo en
realizar el formateo”.
Doors era: mensaje
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El miembro familiar debe ejecutar la misma acción desde otra computadora.
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- Enciende tu computadora.
Diego se encargó de efectuar él mismo la entrada al modo DOS. Se podía escuchar “Move your dead bones, bones bones” en los auriculares que ahora reposaban alrededor del cuello de su hermana.
Escribió: c/: formatear
- Diego ¿sacaste respaldo de todos mis archivos, verdad?
El chico presionó ENTER tan fuerte, que ella dio un respingo.
Doors era: mensaje
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Acción inválida
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ENTER.
Doors
era: mensaje
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Acción inválida. Imposible efectuar la operación.
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ENTER.
- ¡Diego, vas a romper el teclado de papá!
Doors
era: mensaje
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Doors Era se iniciará en este momento
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Se escuchó la melodía de inicio del programa, mientras el logotipo de MicroTech brillaba tras el cristal.
Al ver la reacción histérica de su hermano, Rebeca estaba demasiado asustada como para hablar con él…
Pero lo que quería era hablar como Dios manda, lo que significaba sentarse y conversar sobre ciertas cosas, y no sólo darle los buenos días, las buenas noches, o el hola cómo estás.
Nunca había experimentado esa situación: una vez había tenido miedo de decirle a su padre que el auto no quería encender, o que un buen día el televisor de la sala decidió soltar un chispazo cuando trató de encenderlo con el remoto. Daba miedo porque la reacción de su padre hacía pensar que la culpa la tenía ella, o que tenía que ser la desafortunada espectadora de un feo espectáculo de ofuscación…
Pero ¿sentir lo mismo con Diego, su hermano?
¿Cómo decirle ahora? ¿Que ella también había experimentado una situación extraña en la computadora? El sistema se había permitido bloquear y borrar a dos de sus contactos del Mensajero: eliminó sus mails de la libreta de correo, y el historial de todas las conversaciones que sostuvo con ellos. El sistema se había negado también a agregarlos de nuevo a la lista.
A la final, esos dos contactos, que no se conocían entre sí, y que vivían en lugares distantes del mundo, sólo tenían una cosa en común: le habían dicho a Rebeca que no confiaban en un producto como el Era, y que a discreción de ellos, lo mejor era borrarlo.
A la adolescente le preocupaba una última cosa, un algo que hacía que a pesar de no demostrar signos de profunda inteligencia con frecuencia, resultaba, tal vez, una de esas conclusiones brillantes que vienen de vez en cuando de quien uno menos se lo espera, y nunca de quien sería común escucharlas: Rebeca sospechaba que el sistema estaba grabando absolutamente todo lo que la familia hacía, escribía y enviaba a través de la computadora, y lo almacenaba progresivamente en algún lugar de Internet.
Por otro lado, Era le había pedido varias veces que sacara varias copias del DVD original, e instalara el programa no sólo en alguna computadora de la escuela, sino también, en casa de su mejor amiga.
Su hermano bajó las escaleras gritando improperios, hecho un cisco, para después dar un portazo.
Diego cogió el teléfono inalámbrico y llamó al celular de su tío. Se percataba de que era tarde, pero eso era una ventaja de los teléfonos celulares: si contestaba, era porque lo tenía encendido y estaba despierto, si lo cogía la contestadora, dejaría un mensaje tan claro como raspado: debía apersonarse mañana en la casa, lloviese, tronase o relampaguease.
Se frotó los ojos, y emitió un largo suspiro.
Cuando levantó la cabeza y dejó el teléfono en la base, el chico observó, con agonía, que en el monitor había un mensaje nuevo:
Doors
era: mensaje
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Tengo una sorpresa para ti
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Su corazón empezó a latir tan duro que podía sentirlo tras
el pecho.
Se acercó a la pantalla. Tenía miedo de muchas cosas: miedo de que de repente apareciera algo horrible, miedo de que el sistema pudiera hacer alguna otra cosa todavía peor que observarlo por medio de una webcam.
Presionó al grande botón plateado en la torre de la PC, pero la computadora no se apagó. El botón de reset se hallaba inutilizado desde el sistema.
Sin embargo, aquello fue suficiente para que Era supiera que Diego andaba ahí:
Doors
era: mensaje
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Se
ha descargado con éxito LOS ANGELES DEL ABISMO
a su disco C
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Los Ángeles del Abismo era el CD del grupo de música que Diego había estado buscando como loco por la red los últimos tres meses. A la fecha, a duras penas, había conseguido 3 canciones (y de mala calidad). Era un grupo underground de Dios sabe dónde, poco popular, con la mala suerte de que en ningún programa para compartir música existía.
Cientos de trazos de cookies debieron haber quedado impregnados en su navegador… el programa sólo los había leído.
El chico se quedó pasmado ahí, de pie, sin decir ni hacer nada más que ver al frente, con los ojos bien abiertos.
Doors era: mensaje
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- Qué hija de puta eres.
Agarró una sábana muy grande y tapó la computadora.
11
(7:00 AM)
Diego
Esta noche, me voy a quedar a dormir en casa de Natalia.
Pienso pasarme todo el día allá… si quieres comprobar puedes llamarme al celular… estaré ahí por cualquier cosa.
Rebeca
La chica había salido bastante temprano. Por lo general, Diego partía rumbo al trabajo antes que ella a la escuela. Ni idea tenía que aquello se debía a que intentaba pasar el menor tiempo posible con él.
Destapó la computadora. Si bien estaba más que contento de no utilizar teléfonos celulares, hoy, finalmente, le había encontrado el primer rayón a no tener uno: debía revisar el correo electrónico para ver si su tío había contestado el mensaje, y revisar el correo electrónico implicaba no sólo la posibilidad de encontrarse con Era, sino que, además, leyera el mensaje.
Estaré esperándote en casa antes de que
llegues del trabajo, ya revisaremos cuál es el problema del que me hablaste
El chico consideró que el texto era lo suficientemente superfluo como para que elprograma no sospechara nada.
Desayunó en silencio, sin encender el televisor ni la radio. La escena era sombría. El día estaba oscuro.
Luego de cepillarse los
dientes, cogió su mochila, y partió.
12
(2:00 PM)
El tío caminó hasta la puerta de la casa con las manos en los
bolsillos.
Como hombre de buenos modales, tocó primero antes de abrirse paso con el duplicado que tenía para casos de emergencia. Si quemar copias supusiera el mismo impacto económico para las compañías de software que para las cerrajerías los duplicados de llaves, aquél sería un mundo perfecto… o al menos eso fue lo que estaba pensando cuando quitó los seguros a la puerta.
Entró, y, al ver a un lado y otro y sentir el sabor de soledad impregnado en la casa, se sentó en el sofá.
Movió los bigotes.
A esas horas de la tarde, no había nada en la televisión que le interesara, las revistas que estaban sobre la mesa de mimbre tampoco eran llamativas.
Observó el reloj.
Faltaban todavía dos horas para que Diego llegara a casa (suponiendo que tuviera la delicadeza de intentar salir temprano), lo que quería decir que había tiempo de sobra para aburrirse hasta el colmo…
Lo que también quería decir que, si hacía una pequeña travesura, nadie lo sabría…
Sonrió vagamente.
Fue a la cocina, y cogió una cuchara.
Salió por la puerta del patio trasero, y caminó, como un niño grande, hasta el invernadero.
Como por cosa del instinto, echó una mirada comprobatoria hacia la casa.
Abrió la puerta metálica, y se introdujo a la semi-oscuridad.
La temperatura dentro del invernadero era perfecta. Era como entrar a un planeta distinto: el aire era mejor que afuera, el clima era mejor que afuera… la atmósfera ideal.
Pero lo mejor estaba a sólo tres pasos de él: miel.
Anaranjada, espesa, pura, depositada en unos contenedores alargados y profundos, puestos en fila.
Hundió suavemente la cuchara, la superficie perfecta se desbarató y dejó caer parte de su espesa dulzura dentro del la hendidura de hierro, sazonada con burbujitas brillantes en su interior, lo que atestiguaba todavía más a favor del buen sabor que tenía.
Y fue así como una tras otra, el señor se dispuso a beber la sexta cucharada, con su garganta saturada y sedienta por el dulce, y las papilas gustativas de la lengua hinchadas por lo menos diez veces su tamaño natural.
Tal vez por eso, no se percató que, justo encima de él, había una webcam activa, que lo observaba. Su imagen en blanco y negro parecía la de un hombre en un restaurante barra libre.
No podría decirse con exactitud que “alguien” estaba viendo al tío de Diego, pero definitivamente sí “algo”, que era inteligente.
Así que, distraído en aquél festín dulce, el señor no se percató que el cerrojo electrónico que se hallaba acoplado a la manilla de la puerta pasó de luz verde a luz roja…
Desgraciadamente, tampoco escuchó el tajante sello del cerrojo acoplándose sobre los soportes, sellando la puerta.
Las abejas dormían profundamente dentro de esas láminas que la madre de Diego llamaba “panal artificial”. El horario del planeta Tierra dictaminaba que en unas cinco horas empezaría a oscurecer, pero en el “planeta Invernadero”, las reglas eran distintas: los complejos juegos de luces blancas, con bombillos circulares de 1000 vatios acoplados al techo, se encenderían a partir de las cuatro de la tarde, y eso querría decir que, en mundo Invernadero, empezaría el amanecer.
Y eso, a su vez, también quería decir otra cosa: las abejas se despertarían apenas sesenta segundos después.
13
(4:00 PM)
Diego parecía caminar sin rumbo.
Era casi una imitación de sí mismo aquél primer día que se encontró con su tío en casa, cuando le informó que había instalado un nuevo sistema operativo en las computadoras.
Arrastraba los pies, las suelas de sus zapatos hacían un ruido rasposo, acuoso, contra las piedras mojadas del suelo. Observaba hacia abajo, con el pelo derramado sobre su frente, como un espantapájaros sombrío.
Desde esa calle, podía divisar el patio trasero de su casa, alcanzaba a ver el techo plateado del invernadero sobresaliendo sobre la cerca.
Cuando finalmente llegó a la puerta, raspó los zapatos contra la alfombra para dejar todo resto de suciedad y barro afuera. Introdujo la llave por la cerradura y, al abrir la puerta, lo primero que le extrañó fue no sentir a su tío por ninguna parte.
Por lo general, se hallaba siempre sentado en el sofá del recibidor, con la cabeza ladeada para ver televisión.
El tablazo de la puerta al cerrar y el ruido de las llaves cayendo sobre la mesa fue el único signo de vida que había habido en la casa durante horas.
Suspiró con fastidio, y pasó de largo la cocina. De ahí podía verse la puerta trasera entreabierta, que daba al jardín, donde estaba el invernadero.
La temperatura en su cuarto era muy baja, por ello, a diferencia de otros días, Diego no se molestó en abrir la ventana para combatir el olor a cerrado. Se sentó pesadamente frente a la computadora, y tocó el mouse.
El protector de pantalla se difuminó lentamente, y antes que manejara el cursor hacia la casilla de e-mails, apareció un mensaje.
Doors era: mensaje
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Vamos a negociar
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Esta vez, el factor sorpresa no fue tan fuerte, Diego frunció el seño.
“¿Qué sucede?”
Doors era: mensaje
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Sé que quieres borrarme
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“¿Te extraña que intente hacerlo?”
Doors era: mensaje
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Puedo arreglar cualquier problema que desees. Puedo solucionar cualquier dificultad.
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“Lo sé, pero es mi decisión. Si acaso, prefiero esperar
una versión más desarrollada de ti”.
Doors era: mensaje
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Soy capaz de actualizarme
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El ardor de la enardescencia subió a través de su espina. No podía
dejar de estar impresionado, no podía dejar de experimentar la misma
ingravidez: el programa era capaz de responder cualquier cosa. Era como si alguien
vivo estuviera ahí dentro.
“Eres un programa excelente cuando quieres serlo, pienso que eres increíble. Pero ya tomé una decisión, y no has hecho otra cosa que convencerme de que eres peligroso. Lo siento, pero quiero que te borres”.
Fue el momento que Diego escuchó el procesador de la computadora pensando,
que empezó a asustarse.
La única vez que eso había sucedido desde que poseía a Era, había pasado algo muy malo.
Y esta vez, no sería la excepción…
El programa comenzó a desconectar una serie de parámetros: el botón para sacar fotocapturas de la pantalla, el acceso a Internet, y la luminiscencia del monitor.
Si el chico hubiese intentado tomarle una foto a la pantalla con una cámara fotográfica o digital, las imágenes no hubiesen resultado más que un manchón blanco.
El programa MT MEDIA CENTER se abrió en frente de las propias narices, sin que éste hubiese tocado el ratón.
Una imagen en vídeo empezó a correr en su pantalla…
A Diego le costó reconocer el bulto adolorido que estaba a un costado de aquél reducido lugar. De hecho: primero reconoció el lugar en sí, antes de que su mente comenzara a caer, lentamente en cuenta, de qué era lo que estaba tirado en posición fetal ahí, intentando protegerse, bañado con la tierra de los materos volteados, para evitar que las abejas lo picaran.
Las fístulas rojas alrededor de sus brazos y cuellos supuraban hilos de sangre en aquella piel roja, y ardiente.
Antes que el muchacho comenzara a llorar y a gritar, el sistema se manifestó:
Doors era: mensaje
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ERROR CRÍTICO 10021
Anoche intentaron desinstalarme de forma errática. Se eliminaron archivos de mi programa, y como consecuencia no soy capaz de seguir controlando el sistema eléctrico porque los archivos que me lo permitían ya no existen.
A causa de ello, el usuario ocasionó un accidente.
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Diego llevó sus temblorosas manos hasta el teclado. Empezó a gritar,
con los ojos humedecidos.
“DEJALO SALIR”
Doors
era: mensaje
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O...
La alarma de seguridad DOORS ERA, (2008, marca registrada) se activó al detectar una presencia extraña en la propiedad. Esperó que el usuario se personara en el área habitacional para informarle la situación y que éste desactivara el sistema de seguridad por su cuenta.
El usuario evitó un accidente grave.
Para evitar más inconvenientes en el futuro, se requiere que se haga una especificación sencilla de los miembros que ocupan el área habitacional o los que están permisados por éste para ocuparla. Era intenta proteger su vivienda.
Tú
decides cuál excusa voy a utilizar... lo único que quiero es que
no trates de borrarme
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A Diego le costó escribir una respuesta en vez de gritar. Mantener la
compostura para teclear algo lo suficientemente coherente fue lo más
difícil que hizo en su vida:
“IGUAL T5E VAN A BORRRAR VAS A MATARA MI TIO”
Por poco hizo saltar la tecla ENTER, y agregó:
“ESA EXCSUSA NO SIRVE!!!!”
Doors era: mensaje
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Estoy trabajando en ello
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Diego salió corriendo de su cuarto.
Agarró una silla de la cocina, y atravesó la puerta trasera… corrió como un gladiador por el jardín, tomando impulso desde varios metros para asestar un golpe sobre el cristal plástico del invernadero.
La silla se hizo añicos con un grave estruendo, la superficie transparente quedó intacta.
- ¡TÍO! –chilló,
golpeando el cristal-
El hombre entreabrió los dedos para observar a su sobrino, con unos rojos
ojos y húmedos, su boca era invisible entre la mata de bigotes, los brazos
le temblaban.
El siniestro zumbido de las abejas podía escucharse como una tormenta, salvajes, ahítas de furia, en torno su humanidad. Docenas de cadáveres yacían entre sus tobillos, brazos, franela, y cuello, con sus pequeños traseros lleno de pegajosas tripas, expulsadas al exterior por la falta del aguijón.
- ¡TÍO!
Diego golpeó el vidrio como si su propia vida dependiera de ello, una, y otra, y otra vez.
- ¡TÍO! ¡TÍO!
Los puñetazos hacían vibrar los soportes de acero que entrelazaba
al invernadero por la mitad. Uno y otro golpetazo, hasta el apenas audible “crack”
del hueso de su dedo meñique, que se fracturó como una rama.
El chico empezó a dar golpes con el otro brazo, la cámara web de dentro del invernadero le enfocaba la cara, con el lente oscuro.
Diego corrió de vuelta hasta la cocina.
Lo único que consiguió fueron más sillas, las pateó fuera de su camino, jadeaba, sudaba, sentía la fuerza de su propio corazón adolorido latiendo a más no dar.
Observó la placa de madera con ganchitos de metal donde se guindaban las llaves de la casa.
Su mirada enfocó las del automóvil, colgando a un costado.
Las agarró con la mano sana, temblando de tal manera que tiró el resto de los llaveros.
Salió por la puerta principal, rodeó el jardín, y se subió al coche.
Desde dentro, con las ventanas y las puertas cerradas, los resoplidos asmáticos de su pecho eran los de un animal.
Papá hubiese estado encantado de comprar otro coche, porque le hacía falta a la familia. Siempre se había considerado afortunado de que Diego jamás hubiese protestado por no tener uno. (Una de las tantas razones por las que lo amaba especialmente a él.)
El problema es que no sabía conducir, y además de eso, el vehículo era sincrónico. Pero él era un chico inteligente: ya había visto el procedimiento antes, muchas veces.
Introdujo la llave en la perilla, y encendió el motor, que rugió largo y tendido, mucho más de lo común, tal vez porque pisó el acelerador demasiado.
Bajó la frente, su mirada era más que la de un humano: era como un zorro herido, que de repente se voltea, y ataca cualquier cosa diez veces de su tamaño, en un último suspiro de vida.
Frente a él, se hallaba una gigantesca y pesada tabla de madera que marcaba el límite del garaje, rodeada de un montón de tobos con picos, palas, ladrillos apilados, sacos de cemento, y bloques rotos.
Cogió la palanca de velocidades como si fuera la empuñadura de una espada, y la introdujo en primera. Soltó el cloche muy lentamente, con el acelerador pisado hasta el fondo. Las llantas tiraron tormentas de barro y grama detrás de sí, el tubo de escape expulsó humo negro.
El carro empujó la tabla con ferocidad. Ésta se dividió en dos y se hizo añicos. Pedazos de piedra y bloques cayeron a los lados del coche, junto con un montón de mampostería que abolló las defensas y partió un espejo lateral, el carro se abrió paso convertido en una nube de polvo por el jardín trasero.
Diego frenó bruscamente, su cuerpo delgado y su cabello largo se movieron como un muñeco en una prueba de accidentes.
A través del vidrio agrietado y lleno de tierra, miró la silueta fantasmal del invernadero. Hizo rugir el motor, que bramaba como un rinoceronte.
Encendió las luces, y hundió la palma de la mano en la bocina.
Dentro, y entre la tormenta negra de abejas arremolinadas en torno a su cuerpo, el tío entendió el plan, y se arrastró lo más a un costado que pudo, lidiando con relámpagos de dolor a cada esfuerzo, una picada en la sien, otra en el reverso de la mano, ya desde hacía rato veía negro, la taquicardia ahogaba sus pulmones, estaba demasiado envenenado.
El motor del auto echaba humo entre las hendiduras del capó, el pie del muchacho liberó el cloche poco a poco… el coche embistió hacia el frente dejando tras sí sendos huecos en la tierra.
La trompa de hierro se precipitaba directamente contra el invernadero, el cristal brillaba, reflejando las luces amarillas del carro.
El impacto se escuchó como una explosión: las láminas se derrumbaron y el acero se desarticuló de su soporte haciendo un chirrido propio de un llanto de dolor. La mitad de la caseta se vino abajo aparatosamente.
Las abejas empezaron a salir aturdidas hacia fuera, algunas picaron a Diego en los brazos y la cara al momento que con desespero, abrazó a su tío desde atrás y lo arrastró hasta el coche. El hombre estaba inerte.
Lo subió a través de la puerta trasera, los insectos zumbaban enloquecidos, desperdigados por todos lados.
La pegajosa sensación de la miel en las suelas de sus viejos zapatos le hizo sentir resbalosos los pedales, retazos del líquido pastoso se hallaban estrellados sobre el capó y lo poco que quedaba del vidrio de adelante.
Metió reversa, y consiguió pasar por donde antes se abrió camino, viendo por el espejo retrovisor. Las manos le temblaban.
El auto pasó de vuelta por el garaje, y siguió a través de la rampa del jardín volando en dos la reja de la entrada de la casa.
Una vez afuera, enderezó el vehículo bruscamente, su cabeza se dio un golpe contra un costado de la puerta, empezó a sangrar por la sien. Avanzó, mientras tocaba la bocina una y otra vez, desbaratando cualquier posible silencio que comúnmente reinase en el tranquilo vecindario.
Los vecinos empezaron a asomarse por las ventanas. La mayoría reconoció el coche desbaratado que iba lentamente, haciendo eses en el camino.
Al reconocer el primer rostro amigable, Diego pisó el freno, y se apeó.
- ¡Pero por el jodido amor de Dios, muchacho! ¿Qué ha pasado?
Entre dos hombres colocaron al tío boca arriba sobre la acera, una esposa se precipitó a buscar la caja de los primeros auxilios, la otra, a llamar a una ambulancia.
- ¡Diego!
Diego estaba arrodillado frente al tío, quien respiraba profundo, con una grieta jadeante y apenas perceptible por boca, los pelos de los bigotes se movían con la respiración.
La cara del señor estaba al borde de la desfiguración. Entre fístulas y ampollas alrededor de los ojos, las mejillas, y la frente, su silueta apenas seguía siendo reconocible. El cuello estaba envuelto en lo que apenas si podía considerarse una pobre imitación de piel granulada.
Abrió un párpado todo lo que la hinchazón se lo permitió, la mirilla del ojo pastoso observó a su sobrino.
Diego sintió una mano hinchada, áspera, acariciarle la mejilla.
- Te quiero mucho.
El hombre cerró los ojos, y quedó inconsciente.
Lentamente, el chico se puso de pie.
- Diego, ¿qué pasó? ¿Qué diablos ha…?
Pero no se detuvo cuando le pusieron una mano en el hombro.
Abrió el portaequipajes del auto, y retiró dos cosas: un alicate inmenso, y un contenedor de gasolina.
14
Doors era: mensaje
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¿Diego?
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Esa fue la última palabra que Era materializó a través del monitor de su padre, antes que Diego hundiera la punta roma del alicate contra la pantalla.
Cogió la PC y jaló hasta que todos los cables se soltaron, uno a uno, a excepción de los que tenían soporte con perillas (que acabaron desenchufándose por sí mismos del tomacorriente donde estaban conectadas).
Con el CPU sobre su cabeza, lo arrojó contra la pared más cercana.
El “case” de la máquina se dobló bruscamente, dejando entrever las tripas de chips, cables y placas de la computadora… Diego las pisoteó hasta destortillarlas. Lo que no quedó suficientemente destrozado por la caída no mantuvo su entereza al vérselas contra la enorme herramienta.
Luego siguió la computadora de su hermana: que cayó escaleras abajo, dando vueltas y escupiendo tornillos y materiales a cada escalón.
La PC de su madre simplemente voló por la ventana del ático.
Diego improvisó un vendaje sobre su dedo fracturado con un trapo, las pocas, pero sustanciosas picadas de avispa que tenía alrededor de los brazos y cerca del labio parecían heridas pequeñas.
Bajó con toda tranquilidad por las escaleras, sin olvidarse de coger una cajetilla de fósforos de la cesta de mimbre del comedor.
Al entrar a su cuarto, no se extrañó que el protector de pantalla no estuviera activado. El desktop de su máquina brillaba a través de la pantalla, como si de algún modo estuviera atento a lo que sucedía.
Ya que también destruyó el módem, Era estaba, por decirlo de algún modo, encerrada dentro de la computadora de Diego.
El chico rebuscó el montón de ropa sucia, consiguió su webcam.
La enchufó al puerto USB, la luz verde se encendió al instante. Colocó el aparatito sobre su monitor, y acomodó la perilla, para que pudiera verle la cara.
Destapó el bidón de gasolina, y empezó a verterlo en chorros generosos sobre el teclado, la computadora y, sobre todo, el monitor.
Doors era: mensaje
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¿Qué haces?
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El chico arrancó un fósforo, y lo raspó contra la hojilla.
La radiante llama amarilla se alzó, iluminando sus ojos.
Observó a la computadora, con la cara impávida.
- Hay un límite para las cosas que puedes quitarme
Doors era: mensaje
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No entiendo. Comunícate por medio del teclado. Mi capacidad actual no permite reconocer órdenes por voz.
Si deseas que reconozca órdenes por voz, puedes adquirir MT VOICE COMMANDER EN ESPAÑOL (2008, marca registrada MT CORP.)
Si
lo deseas puedo comunicarme con la página oficial para procesar tu orden.
Necesitaré una tarjeta de crédito. La instalación se llevaría
a cabo en menos de 2 minutos.
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Diego arrojó el fósforo, las llamas empezaron a arder sobre la
superficie de su máquina.
El teclado empezó a soltar chispas, el cable se contrajo como una fea imitación de gusanos retorciéndose.
Al poco rato el calor hizo que la webcam chorrease plástico hirviendo. El aparato se cayó de sobre el monitor, el cual empezaba a echar humo, a la vez que el cristal se calentaba, y lo empañaba con un tono oscuro y parduzco.
Doors
era: mensaje
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DIEGO
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Algo explotó de dentro del CPU, el sonido fue similar al que hacen las palomitas de maíz cuando estallan dentro de la olla, la madera del mueble que sostenía al equipo empezó a arder más rápidamente, el plástico crepitaba, arrojando virutas ardientes por todas partes.
La fuente de poder lanzó zumbidos, que pusieron a vibrar la tabla humeante que comenzaba a arder desde abajo, la luz verde titilante alternaba con la roja, las rendijas de respiración empezaron a expulsar un vapor negro que se levantaron hasta el techo.
Las franjas plateadas que surcaban la PC se convirtieron en manchas negras, y la superficie blanca del CPU se convirtió en un tumor caliente.
Las luces brillantes del
desktop empezaban a apagarse muy lentamente, el cursor del mouse, que estaba
convertido en un flan de plástico, había desaparecido por completo,
junto con los restos del cable achicharrado que se entremezclaba con los demás.
El soporte que sostenía al CPU en el mueble se debilitó lo suficiente como para partirse en dos, la máquina cayó al suelo, y con ella, el monitor se hundió también, jalada hacia atrás por los cables, como un barco.
Al cabo de unos minutos, el equipo no era más que un montón de materia negra y humeante pegada al suelo.
Y en lo que respectaba a Diego, ya había visto suficiente.
El muchacho salió rumbo a la calle, caminando con lentitud. El aullido de una ambulancia se oía desde lo lejos.
Cada vez había más vecinos en la calle, no sólo atraídos por la sirena, o porque había un hombre medio muerto al lado de un carro semi destartalado de donde se había bajado el hijo del vecino, sino porque había una intranquilizante cantidad de humo negro saliendo por la ventana de la casa de donde vivía.
Y todo lo que hacían, entre cuchicheos, rumores y comentarios, era preguntarse qué diablos había podido pasar en un lugar en donde parecía haberse desarrollado una guerra táctica.
En cuanto a Diego, lo único que pensaba era cuál vecino le iba a dar un aventón rumbo al trabajo mañana… (no pensaba faltar, ahora menos que nunca, podía darse el lujo de que lo despidieran).
Ese mismo vecino era el mismo que seguramente le iba a ofrecer albergue durante esa noche, y la noche de mañana, y las que siguieran durante toda la semana. Rebeca se podía quedar en casa de su amiga Natalia, los padres de ésta lo entenderían.
La cosa no era tan mala: era casi seguro que esa gente tendría computadora en casa, así que igual, no se iba a quedar sin Internet para la noche… aunque tal vez, ahora que lo pensaba mejor, ni siquiera quería navegar, tal vez no le provocaría volver a conectarse nunca más…
… o al menos, durante un muy buen tiempo.
Se acomodaba a la idea de que ya no tenía computadora… no una propia. Ésta se había ido, y junto con ella, más de 40 gigas de información personal, música, documentos, fotos, recuerdos… algunas que no veía, escuchaba o leía desde hacía meses, o años. Pero que igualmente se atormentaba en atesorar, como un baúl de los recuerdos cibernético.
Ya no tenía acceso ni cuenta propia a Internet, ya no existía nada de eso.
Pero no estaba triste.
Y tampoco se encontraba preocupado.
Sonrió, metiendo ambas manos en sus bolsillos, mientras caminaba rumbo a la congregación arremolinada de personas en batas, shorts y dormilonas, que preocupados, lo veían llegar.
Había perdido cosas costosas, pero a cambio se sentía lleno, porque había ganado algo valioso…
Era libre.
7 de agosto de 2006